Avanzas por la carretera, llueve y la luz de los faros se refleja en el asfalto. Levantas el pie del acelerador al descubrir que hay una retención más adelante. Te acercas rápidamente a los coches que tienes delante y no tienes más remedio que pisar a fondo el freno. Entra el ABS y el coche empieza a traquetear, inmóvil, los brazos rígidos y las manos cogiendo fuertemente el volante. Frena, frena, frena...
El coche se queda a escasos 30 centímetros del coche de delante, te tiembla todo el cuerpo, consigues soltar el volante con los dedos aun agarrotados, miras por el retrovisor y ves acercarse una luz. Impacto... y oscuridad.
- Mira cuanta sangre.
- Pobre chico, mira como ha quedado, dios mío.
Oyes sirenas, oyes a la gente pero no te puedes mover. Estás inmóvil, atrapado entre el volante y el asiento, por lo demás estás bien y no entiendes el porqué de los comentarios de la gente. Abres los ojos, y lo ves todo rojo, tu ropa está empadada y ofreces un aspecto lamentable.
Instantes después miras por la ventanilla y ves un chico con el uniforme del SAMU que pregunta:
- ¿Estás bien? No te muevas, te vamos a sacar.
Te ríes y contestas.
- Tranquilo, no se preocupe, estoy bien, sólo es vino. 12 botellas de reserva del 2001.
Afortunadamente no tuve ningún accidente ni el vino se rompió, pero es que esta música no invita a escribir nada alegre:
Dead can dance (The Host Of Seraphim)
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