martes, julio 15, 2008

Y ahora que...

Suena el despertador, lo apaga y se da la vuelta en la cama apurando unos minutos más. Abre un ojo, otro, casi aún no es de día pero ya lamenta no haber cerrado la persiana completamente la noche anterior. Hoy le toca la ruta de reparto que menos le gusta, la que circula por el centro de la ciudad y en la que aparcar se convierte en una aventura.
Tiene 33, vive en casa de sus padres y todas las mañanas sale a trabajar a las 7 de la mañana aunque su jornada empieza a las 9. Antes de subir a la camioneta de reparto tiene que coger el autobús número 20 hasta la parada de metro para luego coger el metro que le lleve directo a la empresa.
Antes de entrar en la boca de metro coje un par de periódicos gratuitos, le gusta estar al dia en las noticias, además, vienen muy bien para limpiar los cristales.
Se sienta en el vagón de metro y echa un vistazo a la portada.

Se echa a llorar.

Llama al trabajo dice que hoy no podrá ir a trabajar por un asunto personal, le amenazan con el despido, contesta que le da lo mismo.

Hace un transbordo en la siguiente parada y coge otro metro al centro. Al llegar al destino desciende del vagón y se dirige a la salida, cree recordar que las oficinas no están muy lejos de allí. Sube las escaleras del metro y al girar ve una muchedumbre de rostros intranquilos sin ninguna respuesta.

Todos están alli por lo mismo, ninguno sabe lo que va a ser de sus ahorros invertidos en una casa y la angustia se refleja en sus caras.

La noticia

2 comentarios:

Anónimo dijo...

me has hecho llorar a mi también

Anónimo dijo...

se me han puesto los pelos de punta