Nikolai se despierta todos los dias a las 7 como un reloj. Desayuna un huevo, pan y un tazón de té ruso para acompañar el kasha, su primera comida favorita del día.
A las 9 empieza la academia y en su vocabulario no existe la frase "no quiero ir a clase", no está enseñado para eso, tiene 9 años y desde hace 3 tiene una educación especial en la Escuela Rusa de Ajedrez, una educación "especial", sin juegos, baberos, plastilinas, caidas, lloros, risas y apretones...
Sólo peones, alfiles, torres, caballos, reyes, reinas y algún que otro enroque.
Sindrome de estocolmo de una niñez robada y una adolescencia escrita en un manual para hacer maestros rusos.
En la clase de Teoria de Aperturas piensa la suerte que tiene de que su padre le indujera a practicar el ajedrez y sonrie por un momento, aunque retiene su sentimiento porque el profesor le lanza una mirada amenazadora. Nikolai, concéntrate. Quedan sólo 2 meses...
2 meses para el campeonato del mundo en Zurich, 80 niños, sólo un campeón y 79 padres decepcionados.
(continuará)
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